CUENTO: “LA INCREÍBLE HISTORIA DEL SEÑOR TOME VAGUAY”
El señor Tome Vaguay vivía sin problemas en la Gran Ciudad. No tenía nada por lo que preocuparse. Vivía muy cómodamente. Todo le iba bien, todo le iba «guay». Hasta que una noche, mientras dormía, una tormenta se formó sobre la Gran Ciudad. De repente, un gran trueno entró por la ventana de su casa, se paseó por el salón, siguió por el pasillo hasta llegar a la habitación donde dormía, y una vez allí, el trueno entró por uno de sus oídos, se paseó por las órbitas de sus ojos, y salió por el otro oído marchándose por la ventana dando un fortísimo estruendo.
El señor Tome Vaguay despertó sobresaltado y un poco sordo. Un fuerte zumbido se le quedó en el oído. Desde aquel día, escuchaba sin parar zumbidos como de cosas que pasaran a su lado a gran velocidad. Allá donde fuera no dejaba de escuchar esos extraños zumbidos. Sólo cuando dormía dejaba de escucharlos. Fue al médico para revisarse los oídos, pero los tenía fenomenal. Incluso el médico, asombrado, le dijo que nunca había visto un hombre con una capacidad auditiva tan grande. Sin embargo, no supo explicarle el origen de aquellos zumbidos ni cómo curarlos.
Una mañana, al salir a la calle para ir al trabajo, ocurrió algo sorprendente. Ya no sólo escuchaba los zumbidos, sino que además veía la estela que dejaban estos zumbidos al pasar a su lado (como los aviones que dejan tras de sí una línea en el cielo). No podía creer lo que veían sus ojos, pero era cierto, infinidad de estelas pasaban a su lado provocando aquellos zumbidos. Misteriosamente todas se alejaban en la misma dirección y se perdían en el horizonte.
Sin pensárselo dos veces, el señor Tome Vaguay cogió su coche y se puso a seguirlas a toda prisa. Quería saber dónde iban aquellos zumbidos que sólo él escuchaba, y cuyas estelas sólo él veía. Después de horas conduciendo llegó a un punto donde la carretera terminaba y empezaba la montaña. Tuvo que seguir a pie por un sendero serpenteante que subía por la suave ladera de la montaña. Estaba ya atardeciendo, y las estelas de los zumbidos eran allí innumerables. Parecía que todas se dirigían a un mismo lugar.
El señor Tome Vaguay, sin dejar de seguir aquellas estelas, llegó a un llano donde los últimos rayos de sol iluminaban unas ruinas que parecían ser las de una antigua ermita, que sólo conservaba unas cuantas paredes semiderruidas, la puerta principal, y parte del pequeño campanario. Pero lo que le dejó sin palabras, fue que todas las estelas de los zumbidos entraban por aquella puerta y se perdían en el interior de la ermita.
Sin dudarlo, él también entró por la puerta y, con asombro, vio que todas las estelas se metían dentro de una gran grieta que había en el suelo donde estaba el altar de la ermita. Y en las profundidades de aquella grieta se perdían todos los zumbidos. El señor Tome Vaguay acercó su oído a la gran grieta para tratar de escucharlos. Entonces ocurrió algo inexplicable; allí dentro de aquella profundidad, los zumbidos dejaron de ser zumbidos y se convirtieron en infinidad de palabras que revoloteaban en las entrañas de aquella grieta, y que ahora podía escuchar con total claridad. Eran palabras como éstas:
«Tengo hambre», «Necesito trabajo», «Hazme un favor», «Necesito ayuda», «No hay derecho», «Justicia», «Estoy solo», «No puedo más», «Respétame», «No tengo dinero para pagar las medicinas», «Échame una mano», «No me encuentro bien», «Me duele», «Me he quedado sin casa», etc.
El señor Tome Vaguay quedó boquiabierto al escuchar todas estas palabras. Pero se estremeció aún más al darse cuenta de que junto a la gran grieta, había una lápida de mármol partida por la mitad en la que podía leerse la siguiente inscripción: «Aquí yacen las palabras que nadie escucha». En aquel momento descubrió sobrecogido, que aquella grieta de la ermita, era el lugar donde iban a parar las palabras que no encontraban a nadie que quisiera escucharlas. Eran palabras de personas necesitadas de ayuda que nadie quiso escuchar en la Gran Ciudad.
Por primera vez el señor Tome Vaguay se dio cuenta de que existían personas a quienes las cosas no les iban tan bien (o tan guay) como a él. Con el corazón conmovido, se levantó y se marchó de aquel lugar, sin saber por qué razón él había sido elegido para escuchar los zumbidos de estas palabras y descubrir el lugar donde se refugiaban. Con estos pensamientos, y ya siendo de noche, se bajó aturdido de la montaña. Pero al mismo tiempo que él bajaba, increíblemente bajaron con él, revoloteando a su alrededor, las miles y miles de palabras que habitaban en la gran grieta. Como habían encontrado a alguien que las había escuchado, ya no podían quedarse allí dentro.
El señor Tome Vaguay, sin entender nada de lo que estaba pasando, se marchó con su coche a la Gran Ciudad, y todas las palabras le siguieron formando un gran zumbido ensordecedor parecido a un trueno. Al llegar a la Gran Ciudad, todos los que en ella vivían pensaron que una nueva tormenta se acercaba por el trueno que se escuchaba.
Pero al detenerse el coche, las palabras se despidieron afectuosamente de su rescatador, el señor Tome Vaguay, y se marcharon en mil direcciones entrando por ventanas, habitaciones, cocinas, salones, salitas, cines, tiendas, teatros, centros comerciales, hoteles, oficinas del ayuntamiento, estadios de fútbol, y todo rincón de la Gran Ciudad donde hubiera un ser humano con dos orejas para escuchar. Y estas palabras, aquella noche no dejaban de zumbar en los oídos de cada persona hasta que conseguían entrar y llegar hasta el fondo del corazón de cada uno.
Al día siguiente los efectos no se dejaron esperar en la Gran Ciudad: los hambrientos quedaron saciados, los sin trabajo fueron ayudados, los sin hogar encontraron una casa, los que estaban solos encontraron compañía, los que sufrían fueron consolados, los injustamente tratados encontraron justicia, los rechazados recibieron acogida, los pobres dejaron de serlo. El señor Tome Vaguay quedó asombrado de los grandes milagros que se producen cuando las palabras son escuchadas desde el corazón. Y así empezó a escuchar él también. Desde entonces se preocupó porque todo les fuera «guay» a los que estaban a su alrededor… y por esta razón tuvo que cambiar su nombre, ya que ahora, era conocido por todos como el señor Tonos Vaguay.
PREGUNTAS PARA LA REFLEXIÓN:
1.- ¿Por qué razón crees que el señor Tome Vaguay fue elegido para escuchar aquellos zumbidos de las palabras?
2.- ¿Dónde se escondían las palabras?
3.- ¿Qué palabras escuchó allí dentro? ¿Por qué estaban allí?
4.- ¿Por qué las palabras se fueron detrás del señor Tome Vaguay?
5.- ¿Qué efecto provocaron las palabras al llegar a la Gran Ciudad? ¿Y qué efecto provocaron en el señor Tome Vaguay? ¿Por qué cambió de nombre?
6.- Cuando a alguien le afecta o le conmueve o se preocupa por el problema que le estás contando, es señal de que te está escuchando desde el corazón, le importa tu problema, le importa lo que a ti te pase. ¿Qué cosas impiden que escuchemos así desde el corazón? ¿Qué cosas hacen que seamos indiferentes ante los problemas o necesidades de los demás?
7.- ¿Te ha ocurrido alguna vez que, ante un problema o necesidad que tuviste, nadie te hizo caso ante tu petición de ayuda?
8.- ¿Qué problemas del mundo desaparecerían si todos nos escucháramos de corazón y no hubiera tanta indiferencia? Haced un listado.
9.- ¿Cómo resumirías en una frase el mensaje que quiere decir este cuento?
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- Publicado: - Dic 14, 2016